Fernando Guevara
JUGANDO A LA MEMORIA
La pintura de Fernando Guevara inquieta en una primera impresión. Nos transporta a tierras lejanas, a otras vidas que afloran del subconsciente.
Ni su sangre ni el origen mexicano le impiden, con sus manos, acariciar la nostalgia que atrae una "muerte en Venecia" o la caída final de Narciso en el estanque.
A Fernando no le interesa traer de nuevo aquellos tiempos revolucionarios, ni siquiera cuando la industrialización se vislumbraba como progreso. Nos asegura que su romanticismo no claudica porque no lo traiciona; es su estandarte, su aparente quietud, su pureza.
Su obra no es parte de lo efímero; se nutre del pasado, de lo que mantenemos como recuerdo o idea de infancia a la que, de algún modo y por momentos, todos quisiéramos regresar: la leche materna, los cinco años, las tardes de trompos y muñecos, el despertar sexual.
Como la oruga le pregunta a Alicia, "¿Quién eres?", los cuadros nos dejan ver la dualidad de la vida, nuestra esencia.
Estamos frente a ese estado juguetón donde hay tiempo "todavía" para tirarnos sobre un campo de flores.
Me quedo enamorado del pasado, y mientras, en platino, arropo a mi novio que tanto espero, con el ramillete de lilys blancas.
Mara Sepulveda