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Trini

Intento a bailar    Trini

Revuelo, Dos, Luz, Cielo, Crossing-passing, Intangible, y ahora : Intento a bailar, todas aspiraciones a moverme en el espacio. A veces volando,
a veces andando en bicicleta, caminando... corriendo...
Porque con el movimiento podemos combatir la captura en que nos retiene el ritmo del tiempo.
Esta vez, más que liberarme de esta captura, tuve la necesidad de bailar a través de los personajes  _que tomé prestados de la realidad_  con las pinceladas y los colores.
Busqué seguridad y protección dejándome llevar por el baile de la gente que me rodea.
Me disolví con la masa y bailé al ritmo de su paso.

para ti Vake...


Trini

Para mi siempre se trata del tiempo.
Busco un momento específico, muchas veces cotidiano, un lugar y una cierta atmósfera.
Observo movimiento, luz, color, hasta que se juntan en una combinación atinada.
Mi pintura es una forma de investigar ese instante y extender el placer que sentí cuando lo viví y capturé por primera vez.
No hago retratos de lugares, para mi una pintura es una ocasión para analizar por qué ese  momento me conmovió tanto.


Revuelo    Trini

Los personajes que pedí prestados a la realidad se trasladan, muchas veces inconscientes del momento, inmersos en sus pensamientos, sus recuerdos, sus deseos, quizá con temores por alguna situación futura desconocida, quizá con anticipación. Van en un viaje rutinario, solos o acompañados, al trabajo, la tienda, de regreso de una cita o tratando de escapar un momento de esta rutina. Desde la necesidad simple de desplazarse, de quitarse de un lado para estar en otro, hasta trasladarse con velocidad (dependiendo si tienen vehículo y qué vehículo tienen a su disposición), todos comparten una sensación de alivio al moverse.
Porque con el movimiento podemos combatir la captura en que nos retiene el ritmo del tiempo.  

 

La Realidad afianzada en el instante. Esteban Velarde (EXPRESSIONS)

El tiempo es tan inmortal como desechable, funciona como puente y abismo; es realidad y quimera. Nada es más personal ni más compartido nada es tan abundante y escaso a la vez. No existe nada más objetivo que el tiempo, y –a la vez– nada hay tan subjetivo. Hablamos de él como algo familiar: lo medimos, lo perdemos, lo sentimos.
Trini refleja una gran sencillez en su personalidad, en la manera en que se conduce. Y es esa misma falta de pretensión lo que la separa del resto: Trini es honesta como individuo y como artista.
Radicada en México hace años, Trini asume los influjos de este país pero conserva su pasado y sus preferencias; enfatiza sin proponérselo sus erres cuando habla, revelándose cómodamente extranjera; respeta sus inquietudes y se compromete con lo que verdaderamente la intriga. Su obra no pretende, no obliga, no engaña ni exagera. Su preocupación es el tiempo y sus pinturas estudian las formas en que éste se manifiesta.
Cuando pinta captura el acontecer pero no lo detiene, sólo lo saca de contexto, lo reinterpreta, lo disecciona y crea un discurso a partir de la unidad más elemental en que puede dividirse el tiempo: el instante. Trini sintetiza la impresión que le inspira la realidad, e interpreta la dinámica del espacio, la luz y el movimiento. El azar desata la historia y ella la anuda.
Sus obras no son miradas congeladas o sólo esfuerzos nostálgicos por recordar un hecho; son expresiones del transcurrir, de los gerundios: acciones de carácter progresivo, antecedidas y continuadas, acciones ejecutándose en el tiempo. En las pinturas de Trini, como en el universo mismo, todo reposo es aparente.
La temática podría apuntar a una resolución formal, fría o sólo analítica, pero Trini logra involucrarnos. La obra de esta artista es el santiamén en el que se revela el ser, antes que las apariencias. Se asoma a la otredad, a la diversidad de mundos interiores. Es una impresión emocional de imágenes fugaces, es el instante y su potencial simbólico.
La pintora aisla un momento del diario acontecer y echa una mirada más fija y continua a las cosas, en un intento de plasmarlas más que de intelectualizarlas. Su trasfondo es la vida en un mundo cada vez más rápido y ella sólo nos lo presenta.
Pero el realismo otorga a la obra de Trini una cualidad casi objetiva que deja espacio en el cuadro para la interpretación, para que el espectador se proyecte dentro.
Y lo que se impone a la conciencia es la novedad hostil del instante, que nos arranca de esa plácida continuidad pretendida en la que todos vivimos constantemente. Nos divide la vida en actos fugaces; entonces pensamos que tal vez nosotros sólo somos momentos breves, fortuitos, ablando de algo que quiere ser un todo.
Al establecer la prolongación del tiempo, Trini provoca que reflexionemos sobre la sucesión de intangibles, de lo irrecuperable que pasamos por alto, de la inmediatez y la inercia en nuestro proceder urbano, de la arbitrariedad de los instantes que nos van construyendo.
No podemos vivir dos momentos idénticos. Aunque el tiempo arrastra al olvido seres y cosas, el arte es capaz de interrumpirlo, de alargarlo. Cada segundo es portador de algo diferente y la obra de Trini es la elaboración continua de lo absolutamente nuevo.

 

 

 

Luz           Por Luis Carlos Emerich 

La matización de la luz-color que esfuma la imagen y torna extraño, lejano y a veces insólito hasta el motivo más ordinario, ha sido una constante en la pintura de Trini.  Aunque su propósito pudiera consistir en desvanecer los límites entre los estatus de la pintura y la fotografía, su intensidad anímica induce a pensar que la necesidad de retener un recuerdo evasivo o la impresión emocional de una imagen potenciada por su fugacidad, seguirá siendo una necesidad humana tan imperiosa y ciertamente más remunerante que cualquier intento de intelectualizarla. De allí que la percepción de la realidad física en las pinturas de Trini sea la del instante de exposición a su potencial simbólico, y que su figuración actúe como un mero andamiaje para la reconstrucción mental de signos o señales de lo que pasó velozmente ante los ojos y sólo dejó un rastro de la luz en la memoria cuyo desciframiento intenta en cada cuadro.

Consciente de que el arte de pintar bien lo visto y lo vivido no trascendería a ese instante, Trini ha tomado como tema central su visión de los procesos de modernización cuya velocidad se resiente más en aquellos países en que se estancaron.  Por ello, sus imágenes brumosas y desafocadas no sólo se suspenden en el tiempo, sino que enrarecen la fusión de los signos del pasado con la vida presente, dilatando el concepto de distancia entre los contextos contemplativo y reflexivo, hacía el de la memoria anímica (que bien puede ser histórica), tocando el poético, que bien puede ser filosófico.

Trasladando al horizonte conceptual los valores de la pericia factual y de la sensibilidad del tratamiento figurativo, Trini explora diversos continentes: la infancia, como un pasaje irrecuperable pero reinterpretable una y otra vez; el viaje, como una experiencia revelatoria de la otredad, hasta realidades políticas que extraviaron el humanismo entre la rigidez dogmática.  Así, los paisajes urbanos, o mejor dicho, los pasajes vitales como captados por la visión periférica, son, de hecho, comprobaciones furtivas de la existencia de la dualidad vida y percepción; mientras el tiempo hace decaer a seres y cosas, el arte es capaz de interrumpirlo y fijarlo. El fenómeno que hace esto posible es omnipresente y siempre distinto; la luz en su infinita flexibilidad.

Las pinturas de Trini son miradas congeladas, esfuerzos por recordar el instante en que todo se desvaneció, en que la luz y el movimiento revelaron el ser, antes que las apariencias, de los ámbitos y las cosas.  Por ello la luz horizontal que alarga sombras, la penumbra que deslava contornos, el contraluz que enrarece lo cercano y  exalta la lejanía, son los eventos que tornan extraño todo lo demás: automóviles rasgando la negrura, transeúntes resueltos en sombras, edificios agonizantes, vaciaderos de luz figurados como calles y, en fin, objetos cuyos residuos lumínicos ejercen una gran fascinación a fuerza de ser absolutamente realistas.